Aikido entre risas
16 de abril de 2011, víspera de mi cumpleaños. Polideportivo Sakoneta de Leioa. A escasos metros de donde di mis primeros ukemis con Javi López De Lacalle, hace ya diecisiete o dieciocho años. Curso técnico de Aikido a cargo de Gonzalo Carratalá, 7º dan.
No voy a negar que estaba nervioso y emocionado la noche anterior cuando fui a dormir. Al sonar el despertador, me levanté como un resorte e hice los preparativos para salir. Había quedado con Xabi a las 8:15. Lo siguiente fue coger las armas del dojo, sacar pasta y echar gasoil. Llegamos a Leioa con tiempo de sobra. La Korrika estaba a punto de pasar, y creo que cerraron varias calles justo después de pasar nosotros. Tomamos un café y fuimos hacia el poli de Sakoneta. Le pedí a Xabi que me hiciera una foto conmemorativa ante la mítica puerta triangular del edificio. Me sentía como un niño, ¡qué tonteria!
Finalmente, llegamos tarde. No por estirar el tiempo, sino porque la organización hubo de retrasar media hora el inicio y el final de la sesión. Tres minutos de retraso. Una nadería, pero cuando te diriges en plena soledad hacia el tatami, estás tan expuesto como una liebre coja ante un halcón. Vamos, que todo el mundo ve que llegas tarde.
Iñaki Sánchez nos dio una calurosa bienvenida, como siempre. Me da la sensación de que se alegra casi tanto como yo de verle. Empezamos el calentamiento y empezó la clase: tres horas sin interrupción por la mañana, muy bien aprovechadas, sin excesivo desgaste físico y con un gran ambiente en el tatami. Por la tarde, exámenes de 1er a 4º dan, y se palpaba el nerviosismo en varios de los aikidokas con los que pude practicar. Un señor con el que estuve en la parte final del entrenamiento me decía que según avanzaba la mañana peor lo estaba haciendo. La típica percepción errónea causada por los nervios. Es cierto que a alguno se le notaba un poco atenazado, pero no me pareció nada preocupante.
Del aspecto técnico del entrenamiento no hay mucho que decir. Gonzalo Carratalá practica un aikido bastante contundente, como de hace unas décadas. Siempre se agradece encontrar un punto de vista diferente desde el que trabajar los conceptos de aikido. Otra vez debo manifestar mi preocupación por la cantidad de gente que hace caso omiso de las propuestas del maestro y practica lo mismo y exactamente igual que el día anterior en su dojo. Tanto Gonzalo Carratalá como Iñaki, maestro de la mayoría de aikidokas que allí había, se expresaron en ese sentido en más de una ocasión. Tengo la sensación de que Iñaki llegó a enfadarse al ver que Carratalá se quejaba constantemente de lo mismo. Me parece que en la primera clase post curso hubo bronca.
El trabajo técnico consistió en varias técnicas sobre gyaku-hanmi katatedori (ikkyo, nikyo, sankyo, kokyu-nage, alguna combinación…), en tachi, hanmi-handachi y suwari waza.
Gonzalo, como persona, me pareció muy simpático, y hay una gran camaradería entre él e Iñaki, lo que se pudo apreciar durante toda la mañana. Como aspecto negativo de esa buena relación, debo decir que, a mi parecer, restó algo de seriedad al curso, y ensombreció un poco la etiqueta que debe respetarse sobre un tatami.
Por otra parte, debo reconocer que me llevé una pequeña decepción cuando supe que todo el entrenamiento de la mañana estaría bajo la dirección de Gonzalo Carratalá. Esperaba una ración de la cosecha de Iñaki, que llegó al final, sin embargo; los últimos veinte minutos, más o menos, que aprovechó para recordar los conceptos que había explicado Carratalá y para decir a los examinandos que no se preocuparan, que no se pusieran nerviosos y que, en definitiva, hicieran lo que debían hacer. Por su parte, propuso yiyu-waza sobre yokomen-uchi. Pudimos verle, aunque fuera brevemente, moviéndose sobre lo verde como pocos. Una bonita guinda.
Por la tarde, después de la comida popular de la Korrika en el frontón con mis amigos, me acerqué un momento a ver los exámenes. Fui con Maite, una amiga que poco aikido había tenido oportunidad de ver hasta entonces, aunque las veces que habíamos hablado sobre ello se había quedado fascinada con la filosofía. Sólo me dijo una cosa sobre los exámenes: que muchas veces se veía que uke se tiraba solo. Todos sabemos qué percepción tiene desde fuera la gente que no sabe nada de aikido. Sin embargo, tuve que darle la razón en algún caso. O algún uke estaba demasiado cansado o ayudaba en exceso a un tori nervioso.
En cualquier caso, hay algo que falla, desde mi punto de vista: tori y uke deben aguantar un examen con solvencia física, y acabar sin resoplar, aunque antes del examen haya habido clase. Es cierto eso de que aikido lo puede practicar gente con cualquier aptitud física, pero se podrá mejorar, ¿no? Quiero decir que casi cualquier persona puede empezar a correr o a nadar, despacito y con dificultades al principio, con precaución y, en muchos casos, tras visitar a su médico. Y al cabo de un tiempo habrá experimentado una notable mejoría. Sin embargo, un uke estándar está resoplando después de cinco minutos de examen. Y muchos toris apenas se mueven. La consecuencia lógica es que uke se cae solo. Algo falla.
Otra cosa que falla es la poca importancia que se da al trabajo de uke, en general. Cómo se mueve, cómo se entrega, cómo armoniza (¿acaso tori es el único que armoniza?). Eso merecería un capítulo aparte, un muy extenso capítulo. Desde mi punto de vista, el aikido, entre otras muchísimas cosas, es un sistema educativo. Porque educa a tori y a uke. A tori le ayuda a controlar sus instintos primarios y a respetar la integridad de quien le agrede (a hacerse uno con el universo). A uke a asumir los cambios y a adaptarse a ellos, a aprender que el camino de la violencia no tiene sentido (a hacerse uno con el universo). Priorizamos el trabajo del “bueno”, y realmente es el “malo” el que hace el trabajo más difícil.
Por cierto, el lunes grabamos la clase por primera vez, para que los alumnos se vieran y sacaran sus conlusiones. He puesto algún video en el blog de la asociación: Videos de WAKE Zarautz.
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