¿Sabéis hasta dónde?
Creo que hay muy pocos aikidokas que no sean conscientes de que el valor del aikido va más allá del horario de clase, de que hay que aplicar fuera lo que aprendemos dentro, y de que eso no significa el uso técnico del aikido en cualquier circunstancia y a la mínima oportunidad. Creo que la gran mayoría sabe que el aikido nos ofrece una serie de “estrategias” para resolver conflictos sin necesidad del uso de la fuerza, y creo, asimismo, que prácticamente todos entendemos que eso también nos sirve para afrontar los contratiempos de otra manera. Una persona que es para mí un ejemplo a seguir me dijo en su día: “no hay que preocuparse, sino ocuparse”. Si el coche no arranca, no pierdas el tiempo en maldecir y golpear el volante; asegúrate de que la batería no esté descargada, abre el capó, echa un vistazo o llama al seguro. Si un señor mayor insiste en decirte que el partido de ayer acabó en empate a dos y tú sabes, porque estuviste allí o porque marcaste uno de los goles, que el resultado fue 3 a 2, no discutas; no es un asunto capital, no es una discusión en la que realmente importe la verdad. Los ejemplos son infinitos. Lo importante es entender que la vida es corta y bastante tiempo perdemos durmiendo como para seguir despilfarrándolo en tonterías. Lo importante es entender que armonizar con todo lo que nos rodea es como usar el mejor lubricante en la máquina más perfecta y exacta. ¿No es bastante importante el tiempo que pasamos en este mundo como para intentar que todo fluya y sea sencillo?
Porque, en definitiva, lo importante no es imponerse. Uno nunca se impone convenciendo, sino venciendo, y nunca se convence a la fuerza. El aikidoka que no entienda eso acabará buscando la supremacía a través de la técnica, hasta depurar sus movimientos hasta el máximo de efectividad, pero no conseguirá relacionarse con su entorno ni consigo mismo en términos de armonía. Sencillamente conseguirá ser técnicamente mejor que los demás. Estará al nivel de cualquier competidor. Sería como comparar la política internacional de Georges W. Bush con la que Noruega lleva a cabo desde hace años. Noruega es uno de los países líderes en fomentar el diálogo para resolver conflictos. Y algo muy interesante respecto a eso: nunca actúa en países en los que tiene intereses económicos. La entrevista al ministro de exteriores noruego publicada el domingo 13 de este mes en El País es reveladora.
Uno de nuestros amigos practicó aikido con nosotros cerca de un año. No pudo continuar por falta de tiempo. Acababa de aumentar la familia y su cargo de cierta relevancia en una entidad de ahorro se lo impidió. Es un hombre curtido, con experiencia, pragmático, que toma el control de la situación antes de que pestañees, un gran conversador, generoso… En definitiva, uno de esos amigos que todo el mundo debería tener. Lástima que haya tan pocos. Le encantó el aikido, su parte práctica, en concreto. Se sintió más ágil y flexible, creció un centímetro… En cambio, el componente filosófico-espiritual no le atrajo en absoluto. Claro, es un hombre pragmático que está habituado a quitar los adornos e ir al grano. Estaría encantado de introducir el aikido como actividad extraescolar cuasiobligatoria en el colegio de sus hijos, en lugar de otras artes marciales. Porque el aikido no fomenta la competitividad, porque fomenta de verdad los valores que los deportes que se suelen practicar echan por tierra (deportividad, respeto…). O sea, la punta del iceberg de aquello que no le atrajo. Si le damos un poco más de tiempo, su punto de vista cambiará un poco más.
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